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lunedì 13 maggio 2013

Consagração para terceiros...? valido?


La ceremonia en el santuario portugués será presidida este 13 de mayo por el cardenal de Lisboa

Al día siguiente de ser elegido Papa, Francisco se fue muy temprano a rezar ante la imagen de María «Salvación del Pueblo Romano» en la basílica de Santa María Mayor. En aquellos días pidió al cardenal de Lisboa, José Policarpo, que consagrase su pontificado a la Virgen de Fátima.

El veterano cardenal portugués lo hará de modo solemne el próximo 13 de mayo, precisamente en el lugar y en el aniversario de la primera aparición. Francisco se sumará desde Roma, poniendo en manos de la Virgen un pontificado de plena continuidad doctrinal con Benedicto XVI y Juan Pablo II que, por su estilo, suscita gran esperanza en el mundo entero.
La tarea es gigantesca, y el Papa desea aclarar que la reforma de la Curia vaticana es sólo la segunda de las tareas en que le ayudarán losocho cardenales consejeros nombrados el pasado 13 de abril.
El «número tres» del Vaticano, Ángelo Becciu, confirmó de parte de Francisco que la creación de este grupo de consejeros «es un gesto de gran relieve que quiere enviar una señal sobre el modo en que el Santo Padre desea ejercitar su ministerio». Al mismo tiempo, el sustituto de la secretaría de Estado precisó que «la primera tarea asignada al grupo de ocho cardenales es ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal». La reorganización de la Curia viene en segundo lugar.
La primera tarea, la de aconsejar en el gobierno, hay que entenderla, según Becciu, «en clave teológica. Teológicamente, aconsejar es una función de gran relieve. Es ayudar a un superior en la obra de discernimiento. O sea, en comprender lo que el Espíritu Santo pide a la Iglesia en un momento histórico determinado».

Impulso a la «conversión pastoral»

Esa lógica, superior al mero «management», incluye consagrar a la Virgen de Fátima un «pontificado del ejemplo» que será revolucionario si logra extender a los pastores del mundo entero la «conversión pastoral» que el cardenal Bergoglio impulsa desde hace años en su propia diócesis y en toda América a través del documento de conclusiones de la conferencia del CELAM el año 2007 en el santuario brasileño de Aparecida.
Muchos cardenales electores cayeron en la cuenta de la verdadera prioridad de nuestro tiempo cuando, durante el pre-Cónclave, el cardenal Bergoglio urgió a evitar una «Iglesia autorreferencial», que mira continuamente su propio ombligo y se enferma precisamente por no salir a la calle al encuentro de las personas: de todas las personas, incluidas las alejadas de la religión y las marginadas por la sociedad.
Según un cardenal latinoamericano, «el comportamiento del Papa nos obliga a cada uno a examinar nuestra actuación como pastores, nuestro estilo de vida, nuestro modo de acercarnos a la gente».
Es la señal que Francisco desea enviar vistiendo de modo sencillo yviviendo en la Casa Santa Marta, con cincuenta monseñores de la Curia vaticana, y recibiendo cada mañana, para su misa de las siete, a empleados laicos de los distintos departamentos del Vaticano.
El cardenal de Lisboa, José Policarpo, manifestó ante la conferencia episcopal de su país que la elección de Jorge Mario Bergoglio «fue una auténtica sorpresa del Espíritu Santo, y ahora sigue sorprendiendoincluso a quienes le eligieron».

La «revolución» de Francisco

Los cardenales se fueron de Roma entusiasmados, pero el peso de hacer la «revolución» recae ahora sobre Francisco, que batalla simultáneamente en dos frentes: renovar la Iglesia universal y reorganizar la Curia romana.
Sus instrumentos más poderosos son «el lenguaje del ejemplo» y «la fuerza de la coherencia» entre lo que dice y lo que hace. El pasado 24 de abril, Francisco advertía que «la Iglesia no es una organización burocrática, sino una historia de amor», y que la organización es necesaria «sólo hasta un cierto punto». Si la Iglesia da prioridad a sus estructuras y se embriaga con sus cargos se transforma en «una ONG mundana».
El arzobispo Ángelo Becciu, «número tres» del Vaticano después del Papa y del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, ha sido muy claro: «Que la reforma se hará es seguro. Cuándo se hará, no lo sabemos. El Papa desea que la Curia continúe trabajando con dedicación y en silencio. Quien quiera ofrecer sugerencias debe hacerlo con la máxima discreción o en silencio y, como subraya el Papa, en un clima de oración».
Francisco no quiere un debate público sobre los departamentos que se reagrupan, los organismos que se suprimen o las competencias que se devuelven a las diócesis y conferencias episcopales. Una reforma silenciosa puede ser mucho más profunda. Quizá es la única posible.

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